La corrupción política y el mal uso de los poderes

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La corrupción política se refiere al mal uso del poder público para conseguir una ventaja ilegítima generalmente de forma secreta y privada.

El término opuesto a corrupción política es transparencia. Según Hernández Gómez , la corrupción se define como «toda violación y/o acto desviado, de cualquier naturaleza, con fines económicos o no, ocasionada por la acción u omisión de los deberes institucionales, de quien debía procurar la realización de los fines de la administración pública y que en su lugar los impide, retarda o dificulta«.

Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o de transparencia de un Estado legítimo.

Cuestión de mayorías

Las formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada, los sobornos, el tráfico de influencias, las extorsiones, los fraudes la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadreo, la cooptación, el nepotismo, la impunidad y el despotismo.

La corrupción facilita a menudo otro tipo de hechos criminales como el narcotráfico, el lavado de dinero, la prostitución, el tráfico de personas, las agresiones al medio ambiente… Ahora bien, la corrupción no se restringe a estos crímenes organizados, y no siempre apoya o protege otros crímenes.

Por ello, en la práctica, en las llamadas democracias avanzadas, con los comportamientos-corruptos próximos al poder, casi nunca pasa nada. Quedan exonerados con lo que se entiende como castigo político.

Un castigo que se reduce, normalmente, a «perder el poder», para volver a alcanzarlo cuando las aguas se hayan calmado. Y si se mantienen los cargos después de unas elecciones, la consecuencia es que lo que se hizo, aunque fuera una fechoría, se considerará positivo, ya que el pueblo así lo dictamina.

De manera que la moral pública se asimila a la opinión de la mayoría. Así, lo que está bien o mal acaba reducido a la relatividad democrática. Hecho que explica, de alguna manera, los por qué de la sociedad relativista actual. Son las mayorías -por lo general mayorías minoritarias- las que dictaminan lo que es bueno y lo que no lo es.

Pero en el mundo actual la pérdida de valores resulta demasiado general. Lo que se trata es de concretar.

Para conocer las causas y proponer soluciones, no bastan las ideas generalistas. Apelar a la pérdida de valores sin más, me parece demasiado general. Cualquiera se perdería tratando de definir cuáles son los valores perdidos.

Como señala Eduardo Olier en su acertada obra “Codicia financiera”, he procurado investigar las causas próximas de los gravísimos problemas socioeconómicos y por ende políticos de hoy.

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