Irak: Aplastado por la «pirámide» de la corrupción

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Durante meses, se manifestó contra la corrupción, presentó denuncias y recursos, pero sin éxito. Hassanein Mohsen, cansado, solo piensa ahora en abandonar su país, Irak.

«Ya no se puede vivir aquí sin pagar sobornos», asegura este padre de cuatro hijos en su casa de Kerbala, a 100 kilómetros al sur de Bagdad.

«Hice todo lo que pude, pero este país se hunde cada vez más», agrega este desempleado de 36 años. Irak ocupa el 21º lugar entre los países más corruptos, según Transparencia Internacional.

Mohsen creyó no obstante en la «revolución de octubre», una inédita revuelta popular iniciada en octubre de 2019 y que acabó esfumándose.

Entonces, dejó a su esposa Nour, embarazada, y a sus hijos en Kerbala para ir a Bagdad, a la plaza Tahrir, a denunciar junto a miles de iraquíes a los políticos «corruptos» y «ladrones».

«Era mi deber. Tenía que vivir con dignidad o morir con dignidad», dijo a la AFP.

Y cuando Nour le propuso empezar una nueva vida en otro lugar, lo rechazó en pleno ímpetu revolucionario. «Las cosas por fin cambiarán», le aseguró entonces.

– El ritmo de la vida –

Pero nada ha cambiado.

Hassanein Mohsen asegura haber pagado más de 1.000 dólares (unos 836 euros) en sobornos para renovar su pasaporte, regularizar sus impuestos o, simplemente, corregir erratas en sus documentos de identidad.

Cuando se puso a importar muebles jordanos, tuvo que dar una cama, un armario y mesitas de noche a un guardia fronterizo para que su cargamento –legalmente registrado– cruzara la frontera.

En Irak, la corrupción marca el ritmo de la vida. Cuando un niño nace, un soborno a los médicos puede asegurar un mejor trato; para construir una casa, hay que untar a los militares para que dejen pasar el hormigón y otros ladrillos por el puesto de control del barrio…

Y, todo esto es solo la parte baja de la «pirámide», asegura.

Según cifras oficiales iraquíes, desde 2003, más de 410.000 millones de euros (483.000 millones de dólares) se evaporaron por la corrupción, dos veces el PIB del país, segundo productor de la OPEP.

En la cúspide, «los políticos roban desde hace años el dinero destinado a los servicios públicos», defiende Mohsen, quien debe pagar a compañías privadas «por el agua potable, la electricidad y los cuidados médicos».

En este país de infraestructuras destruidas por las reiteradas guerras o en ruinas por falta de mantenimiento, los generadores suplen desde hace años la falta de suministro eléctrico nacional durante varias horas al día.

La sanidad, que era gratuita durante el régimen del depuesto dictador Sadam Husein, se paga a precio de oro en las clínicas privadas.

– «Tribunales corruptos» –

Hassanein Mohsen presentó media docena de denuncias ante la comisión anticorrupción del gobierno, en vano.

Reunió documentos que, según él, demuestran que responsables y políticos desviaron fondos o concedieron proyectos a amigos. «Los propios tribunales son demasiado corruptos para actuar», asegura.

Su activismo le cerró las puertas del empleo en las administraciones o empresas locales, le reprochan sus familiares.

A día de hoy, su familia vive principalmente gracias al dinero enviado por sus allegados desde Estados Unidos.

«A veces, me arrepiento, me pregunto por qué me manifesté», reconoce Mohsen, quien no esconde su miedo tras el asesinato y el secuestro de decenas de activistas que denunciaron el nepotismo en el país.

«Recibo llamadas amenazantes de gente que se presenta como agentes de inteligencia. Ahora, ya no salgo sin una pistola».

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que la corrupción es una de las principales causas que empujan a los iraquíes a exiliarse en Europa en la última década.

En 2016, la familia Mohsen presentó ante esta agencia de la ONU una solicitud para marcharse a Estados Unidos.

«Fue un error quedarse. Nunca tuvimos realmente la oportunidad de aprovechar nuestra vida», se lamenta Nour.

CP

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