Las acciones delictivas trasnacionales son el combustible de la maquinaria de muerte

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp

Cuando Salvatore Toto Riina ordenó colocar una tonelada de dinamita para hacer volar el convoy en que se desplazaba el juez Giovanni Falcone, en Palermo, más que consumar una venganza por la feroz persecución que se había emprendido contra la Cosa Nostra, construyó los cimientos de la colaboración internacional en materia de combate al crimen organizado.

El legado de Falcone, Paolo Borsellino y otros personajes claves en la persecución y procesamiento de las principales cabezas de la más estructurada manifestación de la delincuencia organizada en Italia, es el punto de partida del esfuerzo global para aminorar los estragos que causan sus acciones.

El incremento en las tasas de muertes violentas por cada 100 mil habitantes que actualmente se manejan en América Latina, no pueden explicarse sin la intervención del crimen organizado trasnacional, que en la búsqueda de expender sus negocios, hacen que grupos locales sostengan feroces batallas por las patentes de estas organizaciones, en temas como tráfico de cocaína o fentanilo, trata de personas, tráfico de armas, ciberdelitos o aprovechamiento de la clonación de tarjetas de crédito como lo hace en México la mafia rumana en sitios como Quintana Roo, Acapulco o Los Cabos.

Las acciones delictivas trasnacionales son el combustible de la maquinaria de muerte que opera en distintas partes del país. Las empresas criminales tienen protocolos a los que se ciñen con férrea disciplina. Buscan aliados a la buena o a la mala. Corrompen los eslabones más delgados de la maquinaria institucional; buscan a través del temor imponer condiciones y adquieren un particular sentido revanchista con quienes los enfrentan y persiguen.

En el entramado que implican las redes delictivas globales, el componente fundamental para identificar a sus actores principales es la inteligencia también en su ámbito internacional; es decir, la herramienta más útil para los distintos países que sufren las consecuencias de la delincuencia organizada, es la coordinación con sus pares para identificar objetivos, actividades y la posibilidad de elaborar investigaciones sólidas para desarticular a estos grupos.

Por ello es que los eventos de días pasados a partir de la resolución del no ejercicio de la acción penal en contra del general Salvador Cienfuegos deben analizarse con mayor profundidad y no simplemente manifestarse a favor o en contra, en cuyo caso habría que iniciar un debate de corte técnico-jurídico lejos de la inmediatez de las redes sociales.

Al margen de lo convincente o no del comunicado de la FGR, sería deseable reflexionar sobre la relevancia de mantener sanas las relaciones con las agencias extranjeras. El trabajo de las instancias de EU ha sido clave en los procesos de investigación a grupos criminales y terroristas en todo el mundo. Su experiencia debiera ser una fortaleza para los países de la región.

Si se desean fijar nuevas bases de colaboración, en ello no debe arriesgarse la relación que con las principales agencias del mundo. Restringir la colaboración sería un peligroso retroceso en el combate a la delincuencia organizada trasnacional.

El episodio del general Cienfuegos, por complejo que sea, no debiera ser el final de una historia de colaboración histórica.

La sangre de valiosos seres humanos ofrendada en la lucha contra la delincuencia organizada trasnacional merece que los tomadores de decisiones desde la política respeten su legado y aporten talento para tornar más eficaz la lucha contra el crimen a partir de la colaboración.

El retroceso favorece a los grupos criminales que disfrutan de pequeños triunfos, cada vez que la impartición de justicia y el trabajo de los profesionales de la seguridad son cuestionados.

CP

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp

Recientes